La conformación de las ciudades latinoamericanas, desde la aparición de los cinturones de miseria, ha despertado interés sobre su formulación espacial y la particularidad en los patrones de habitabilidad que se da en estos contextos. En consecuencia de estas temáticas urbanas y como resultado del cine militante de los setenta, se despliega una línea cinematográfica y documental que encuentra en las principales ciudades de América Latina una específica relación entre la urbe y el realismo social que matiza sus historias.
A partir de tres películas, analizaremos la marginalidad urbana en torno a teorías de urbanización informal en Latinoamérica: Ciudad de Dios (Brasil), Machuca (Chile) y Elefante Blanco (Argentina).
Ciudad de Dios (2002)
Una película de Fernando Meirelles, que contada de una manera no lineal, relata la conformación de una de las favelas más peligrosas de Río de Janeiro. Durante los años sesenta, se despliega un proyecto de vivienda en la periferia desértica de esta ciudad, como resultado de la reubicación de grupos damnificados por inundaciones e incendios en otras favelas. Se trata de un programa que ofrece viviendas de una sola planta con disposición de áreas frontales y posteriores para un crecimiento progresivo o disposición de áreas de autocultivo.
La historia se desarrolla durante una década y la transformación de los espacios y los personajes consolidan un imbricado vínculo sin salida. La densificación cada vez toma más protagonismo y aprisiona la vida de los personajes, que encuentran en la violencia y el narcotráfico, la aceptación social y una proyección económica.
Machuca (2004)
Película chilena de Andrés Wood ambientada a comienzos de los años setenta en el barrio alto de Santiago. Como resultado de un experimento de inclusión por parte del gobierno socialista de Salvador Allende se propone colindar un barrio informal con un sector acomodado de la ciudad. La historia es protagonizada por tres niños de 11 años que encuentran la posibilidad de conocer mundos opuestos en una época de esperanza revolucionaria. Gracias a su amistad se plantea un juego de alteridad en el que dicho enfrentamiento social en algunos momentos mitiga y en otros reafirma esta desigualdad.
Durante la visita a sus respectivas casas, se entrevé las míseras condiciones del costado ilegal del barrio, donde la disposición de dichas viviendas no atendían realmente a un ordenamiento mínimo por predios y carecía de servicios básicos. Tras el golpe de Estado en 1973, este poblado ilegal es removido de manera violenta por los militares.
Elefante Blanco (2012)
Es una producción argentina, dirigida por Pablo Trapero, y que relata la historia de dos curas y una asistente social que lideran un programa de transformación social en las villas marginales de Buenos Aires, lo que implica la constante intermediación de jerarquías eclesiásticas, poderes gubernamentales y policiales.
La distinción de esta villa es el elemento que le da nombre a la película y el mayor representante del desamparo estatal que viven estos sectores, un enorme edificio abandonado al interior. Un proyecto inacabado desde los años 20 que pretendía ser el hospital público más grande de Latinoamérica. Los conflictos de narcotráfico, drogadicción y violencia permean por completo el edificio y las viviendas del sector, entreverando la reducción de espacios y la condición social que aprisiona a sus habitantes.
El contexto
Para entender de qué manera se fueron organizando las teorías alrededor de la urbanización informal en Latinoamérica, es necesario develar las implicaciones de su conformación en torno a los asentamientos desprovistos de planificación urbana.
Desde la segunda mitad del siglo XX, las ciudades de América Latina empiezan a sufrir grandes transformaciones espaciales, producto del crecimiento poblacional y consecuencia de flujos migratorios internos. Desde los años ochenta, se establecen diversos enfoques interdisciplinarios en la construcción de teorías alrededor de este fenómeno, en las que se identifican dos posiciones.
En la primera, la academia sostiene que no ha de ser posible homogeneizar soluciones de vivienda por los diferentes procesos vividos en cada país, debido a sus particularidades. La segunda, liderada por entidades financieras, resaltaba que sí era posible hallar similitudes entre los países que ayudaban a explicar dichos cambios, desde aspectos administrativos que relacionaban las políticas públicas con la inversión nacional, destinada a asuntos urbanos y de desarrollo. Conjeturas que dilataron los análisis, y quedaron en el aire como insumo para las primeras reflexiones acerca de su importancia.
A inicios de la década de los años noventa se retoman estas posturas que defienden la necesidad de atender a este fenómeno de urbanización informal, no como un cáncer que afecta las ciudades planificadas, sino desde la urgencia de establecer estructuras teóricas para su estudio y reivindicación. “La necesidad, de nuevo, de una reflexión de conjunto que logre aprehender teóricamente estas realidades en un nivel abstracto adecuado; la expresión ‘urbanización Latinoamericana’ parece volver a cobrar sentido” (Jaramillo, 1990: 36). Así se da sustento a las formulaciones realizadas hacia los años setenta, donde por primera vez se había trazado una línea de estudio comparativo.
En la teoría de la marginalidad se concibe la modernización de las ciudades bajo fines industriales y económicos, donde la llegada de la población campesina y la consolidación de este fenómeno de urbanización se entendía como un factor retardatario en estos procesos. De los cuales se resaltan principalmente las escasas posibilidades económicas, sociales y políticas de la masa campesina que emigra a las ciudades en busca de progreso.
En Machuca, en la escena del evangelio, se abre un espacio de discusión donde las familias hablan del proceso de integración que están viviendo sus hijos y es claro el interés del Padre rector y de muchos padres, sobre la búsqueda de una educación igualitaria y profundamente democrática. Mientras que la oposición encuentra inaceptable las medidas paternalistas que se tienen con las familias del lado marginal. Esto muestra un aspecto significativo en la discriminación sufrida a partir de lo que se entiende por moderno, “la segmentación de roles, la secularización, el individualismo, economías de escala, de concentración y de localización, el utilitarismo, y por otro lado lo rural como lo atrasado” (Torres, A. 2009: 28).
Debido a la inconsistencia de la teoría de la marginalidad, a finales de los años setenta surge la teoría de la urbanización dependiente, en la que se hace alusión a las relaciones demarcadas entre las ciudades y los sectores rurales así como las relaciones que se entablan en cuanto al dominio y la dependencia. Por otro lado, las prácticas de autoconstrucción, consecuencia de la evidente urgencia de las familias por tener un techo, implica que al trabajar en ellas aumentaban las horas laborales sin la correspondiente remuneración. Como se ve en la película Elefante Blanco, había sido avalada la construcción de un edificio de vivienda, que la misma comunidad iba construyendo. Debido a que la iglesia y el Estado retiran su apoyo la construcción de viviendas se detiene.
Los procesos vividos en la conformación de las ciudades en Latinoamérica por parte de iniciativas que pretendían reorganizar sus centros fundacionales y racionalizar sus proyecciones territoriales, tuvieron que verse enfrentadas a otras realidades. La aceptación del valor genuino de asumir la diversidad como punto de partida desde donde puede emprenderse un claro entendimiento de estas lógicas de conformación físico-espaciales que trascendieron el ámbito material y el discurso mecanizado que se quiso replicar, hacia una realidad intangible de problemáticas sociales, políticas y psicológicas que no dio espera a su comprensión, sino que se fue reproduciendo y mediante la autogestión construyó lo que conocemos como nuestras ciudades latinoamericanas actuales.